sábado, 26 de marzo de 2011

Premonición de la guerra civil

Salvador Dalí fue un pintor de formación académica que utiliza una técnica depuradísima, en la que las formas reales aparecen fielmente reproducidas, pero sin el significado que normalmente tienen. Fue uno de los pintores mas famosos del siglo XX, conocido entre otras cosas por sus muchas y variadas excentricidades. Muchas de sus obras son provocativas, de confuso significado, mientras que otras son netamente figurativas (como los retratos de su mujer Gala) y también tiene otras en las que “reinterpreta” a los clásicos de la historia del arte, modificándolas con elementos añadidos que le dan un significado diferente al original, como vemos por ejemplo en “La Ultima Cena”.
Dalí triunfo y sedujo con su obra a un amplio y variado público, especialmente al americano. Allí, el gusto por el exhibicionismo que caracterizó al pintor de Figueras, encontró el espacio ideal para su desarrollo, por lo que fue un excelente mercado para sus obras. No hay que olvidar que tanto Dalí, como Gala, su mujer, fueron unos agentes de marketing muy hábiles a la hora de vender sus obras. De hecho esta obra se encuentra en la actualidad en el Museo de Arte de Filadelfia.
El pintor surrealista catalán desarrolla el método “Paranoico-crítico”, es decir la asociación entre lo blando (paranoico) y lo duro (crítico), que le sirven para exhibir la patología de su personalidad.

En el lienzo conocido como “Premonición de la guerra civil”, (llamado anteriormente “Construcción blanda con judías cocidas”) pintado por Dalí en 1936, unos meses antes del estallido de la Guerra civil española, pinta bajo un cielo azul del Mediterráneo, el de la Costa Brava (el de su tierra, en la que le gustaría residir), un cuerpo desmembrado y roto, totalmente en tensión, con enormes manos de configuración monstruosa que sujetan los huesos como si fuesen una especie de armas. Se ha querido ver en esta rotura, la desmembración y el extremado enfrentamiento social y político que se vive en la España y también en la Europa del momento. Los pies esqueléticos y enormes, el rostro patético y descarnado vuelto hacia el cielo, recuerdan a alguna de las pinturas negras de Goya, pudiendo remitir al propio “Saturno devorando a sus hijos”. Todo el conjunto aparece articulado como si fuese una construcción arquitectónica. A la izquierda, un toque de perfecto realismo, un enorme busto de hombre adulto, el farmacéutico de Figueras, asoma sobre la deformada y enorme mano, totalmente ajeno a la escena, contemplando el suelo con ensimismamiento. Es una escena agresiva y dramática sobre el conflicto español, ya que el cuerpo destrozado y roto parece querer destruirse a si mismo, simbolizando la contradicción interna de la desgarrada España.
La luz y el color contribuyen a aumentar el patetismo de la escena. El bello cielo azul y blanco se agita, se mueve, ya que se acercan nubarrones que anuncian la tormenta y comienzan a oscurecerlo. Los ocres, los beiges y marrones forman el resto de la composición que surge del fondo terroso. En el primer plano, las habas caídas, se pierden en un suelo sucio y oscuro.

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